PEDRO DE MENA Y MEDRANO
Pedro de Mena y Medrano (Granada, agosto de 1628 - Málaga, 13 de octubre de 1688), fue un escultor del barroco español.
Pedro de Mena se dedicó principalmente a la realización de imaginería religiosa, oficio al que también se había dedicado su padre, Alonso de Mena, y de quien heredó un taller en Granada. Además, tuvo otro taller instalado durante treinta años en Málaga, a donde se había dirigido para realizar una de sus obras más conocidas. En esta ciudad ejecutó gran cantidad de encargos, especialmente para órdenes religiosas. [1]
En sus obras destacan: los rostros y rasgos alargados de sus figuras, las ropas trabajadas con unos perfiles extremadamente finos y la policromía empleada (colores en fuerte contraste) y el realismo en las encarnaduras, que se muestra claramente y, sobre todo, en su Magadalenta Penitente, «Dolorosas» y «Ecce Homo». Debido al gran impacto que produjo la imagen de San Francisco de Asís realizada para la Catedral Primada de Toledo y gracias a la intervención del cardenal Moscoso y Sandoval, antiguo conocido de su padre, fue nombrado maestro mayor de la misma
Los modelos iconográficos que empleaba en su gran mayoría no eran creaciones personales, sino que estaban inspirados en los realizados por sus allegados: su padre, Alonso de Mena —su gran maestro—, Alonso Cano, Gregorio Fernández, Pablo de Rojas. Otro punto de inspiración fueron pinturas o estampas; aunque en Mena, la calidad de la técnica es lo que imperaba, dando como resultado orillas de las túnicas y mantos que parecen telas finísimas y rostros que expresan una gran espiritualidad. Toda su producción fue de tema religioso excepto las imágenes de los Reyes Católicos de las catedrales de Granada y Málaga.
A pesar de ser una época de gran auge de las hermandades penitenciales de Semana Santa, sólo se tiene noticia de la realización de una escultura, concretamente de un Nazareno en 1679 para la ciudad de Lucena, que por no tener el mecanismo de articulación en el brazo que debía bendecir, no fue del agrado de la cofradía Mena se dedicó sobre todo a tallas generalmente pequeñas, con temas como el Niño Jesús, Santos, Inmaculadas, Dolorosas y Ecce Homo, con sólo un Crucificado, desaparecido. De tamaño mayor que el natural es el Cristo de la Buena Muerte del convento de Santo Domingo, las restantes obras de Cristos son también de tamaño menor.
CONGREGACION DE MENA
La Congregación de Mena cuyo nombre oficial y completo es Pontificia y Real Congregación del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas y Nuestra Señora de la Soledad (Mena) es una hermandad religiosa o cofradía con sede canónica en la Iglesia de Santo Domingo, en el barrio de El Perchel, en la ciudad de Málaga (España). Realiza su salida procesional durante la Semana Santa malagueña, en la tarde noche del Jueves Santo.
La Congregación de Mena es el resultado de la fusión, en el verano de 1915, de la Antigua Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, con la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas. La Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad había sido fundada a mediados del siglo XVI al amparo del entonces Convento de Santo Domingo.
La orden dominicana no tardó en ceder los terrenos necesarios para que se levantase capilla y panteón propios (1579). De su solemne y severa procesión el Viernes Santo, a la que asistían el Ayuntamiento, dirá el historiador Medina Conde que era “el simulacro de la mayor veneración del pueblo”.
De la “Misa de Privilegio” a celebrar cada Sábado Santo por la demostrada intercesión de su Sagrada Titular en el salvamento de la tripulación de una fragata de la Armada Española. Durante todo el siglo XIX quedan demostradas, tanto la pujanza y continuidad en los cultos y procesiones, como la incorporación a la nómina de hermanos de la alta burguesía local.
Mucho más reciente y humilde en sus orígenes sería la Hermandad del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, creada en 1862. Hito decisivo sería el descubrimiento primero, y la permuta después de su originario crucificado titular por el incomparable Cristo atribuido a Pedro de Mena,. procesionándose por primera vez en 1883. Sin embargo, este empuje cofradiero resultó flor de un día. Quedó, no obstante, un legado y un enigma histórico-lingüístico, acuñándose el término “menoso”.
Con Joaquín Mañas (1927-1930), se logra Vincular oficialmente a La Legión Española que hizo su primera guardia al Cristo en 1927 y desfiló por primera vez escoltando al ya proclamado como su “Protector” en 1930, además de recibir la visita de S.M. la reina Victoria Eugenia.
La vinculación entre la Congregación y La Legión, reiniciada en la etapa anterior, se estrecha ahora más. A partir de 1960 se instaura la costumbre de que cada Tercio de La Legión tenga en sus acuartelamientos una imagen del Stmo. Cristo.
Los años sesenta son un periodo de atonía en los que se despueblan las filas de penitentes, el déficit económico y los problemas que generan los hombres de trono se tornan pesada carga para muchas hermandades.
Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas
La imagen del Cristo de la Buena Muerte y Ánimas fue bendecida en 1942, año en que se produjo su primera salida procesional, en una etapa difícil y de reconstrucción de la Semana Mayor malagueña, tras los tristes sucesos de mayo de 1931 en que la talla primigenia desapareció y supuso un antes y un después para la mayoría de las corporaciones nazarenas. Este hecho supondría un fuerte varapalo para la Congregación, que aún hoy no se ha esclarecido –producto de la leyenda– y que pareció resurgir de las cenizas con el actual crucificado que talló el escultor malagueño Francisco Palma Burgos. La escultura, que costó 30.000 de las antiguas pesetas y sufragadas por un grupo de congregantes, es una reinterpretación del original, como si el escultor Pedro de Mena hubiera guiado las manos de Palma desde el cielo.
Es lo que algunos han llamado la recreación admirable de lo único, la recreación del Cristo de Mena, aunque no es una copia exacta. Las diferencias entre ambos Cristos son obvias: el de Palma presenta unas proporciones un poco más grandes, la pierna izquierda descansa sobre la derecha (en el de Mena es al contrario), tiene los cabellos de forma distinta y el anudado del paño de pureza lo tiene en el lado derecho, mientras que Mena lo talló en la parte izquierda.
Pero en líneas generales coinciden la plástica de la escultura y el tamaño de los brazos, que son más cortos con respecto al resto de la imagen. A pesar de todo ello, el Cristo continúa llamándose de Mena recordando al que desapareció, y que dio y da nombre y se le conoce popularmente, desde sus orígenes, a esta cofradía.
Cristo pende de una cruz arbórea yerto, aunque su cuerpo, de complexión fuerte, irradia amor. Todo está consumado. Una imagen que impresiona, que impacta. Todo una lección de anatomía, según describe el doctor Aurelio Díaz en su estudio anatómico de la talla, que es de estilo neobarroco. El conjunto de esta representación pasionista lo completa la figura de María Magdalena, que arrodillada, llora desconsolada a los pies del Santísimo Cristo. No puede comprender como Jesús ha acabado en la cruz. También obra de Palma Burgos en 1945, forma el Calvario tradicional anterior a 1931 y presenta una larga cabellera suelta sobre la que circunda una aureola. En 2006 fue restaurada por Estrella Arcos, que llevó a cabo una profunda labor para devolverle todo su esplendor original.
LA DESAPARICIÓN
La suerte que corrió la imagen del Cristo de la Buena Muerte y Ánimas, obra de Pedro de Mena y Medrano, tras los sucesos de mayo de 1931. Desde el mismo momento de su desaparición circuló la noticia de su posible salvación y de su ocultamiento en algún lugar nunca especificado. Uno de los argumentos más repetidos para apoyar esta tesis radica en el hecho de que nunca se encontraron los restos quemados de la popular imagen. Sólo, es conocido, se salvó una de sus piernas, gracias a la intervención del escultor imaginero antequerano Francisco Palma García.
Pero hay que resaltar que no fue el único caso. También, aunque es cierto que a menor escala, se especuló acerca de la potencial salvación de otras imágenes, a veces con la seguridad de que no era cierto. Las posibles razones por las que se difundían estas noticias se enmarcarían en la pretensión de que la cofradía, de la que era titular la imagen en cuestión, se mantuviera unida; en la aspiración de continuar con la conexión con su historia, cuyo eslabón principal era la escultura, o en destacar el hecho de que la imagen, y por ende lo que significaba, no había podido ser destruida.
Este escenario se exaltaría con la imagen del Cristo de Mena. Su calidad artística, la personalidad de su autor, la congregación que lo tenía como titular, y, también, su vinculación con La Legión, así como su carácter de verdadero símbolo de la Semana Santa de Málaga, entre otras razones, contribuirían a ello. Del mismo modo, en la novelística de la época se acentúa de manera especial todo lo referente a la imagen del Crucificado. En este sentido es de destacar lo reflejado por Salvador González Anaya en su conocida obra 'Las vestiduras recamadas'.
Pero hay que resaltar que no fue el único caso. También, aunque es cierto que a menor escala, se especuló acerca de la potencial salvación de otras imágenes, a veces con la seguridad de que no era cierto. Las posibles razones por las que se difundían estas noticias se enmarcarían en la pretensión de que la cofradía, de la que era titular la imagen en cuestión, se mantuviera unida; en la aspiración de continuar con la conexión con su historia, cuyo eslabón principal era la escultura, o en destacar el hecho de que la imagen, y por ende lo que significaba, no había podido ser destruida.
Este escenario se exaltaría con la imagen del Cristo de Mena. Su calidad artística, la personalidad de su autor, la congregación que lo tenía como titular, y, también, su vinculación con La Legión, así como su carácter de verdadero símbolo de la Semana Santa de Málaga, entre otras razones, contribuirían a ello. Del mismo modo, en la novelística de la época se acentúa de manera especial todo lo referente a la imagen del Crucificado. En este sentido es de destacar lo reflejado por Salvador González Anaya en su conocida obra 'Las vestiduras recamadas'.
Rumores
Los rumores sobre la salvación y pronta aparición de la talla del Crucificado alcanzaron tal relieve, sobre todo cuando de ellos se hicieron eco personas de relevancia, que en 1932, el presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, Salvador González Anaya, aunque resaltaba su pesimismo, encomendó al académico Francisco Palma García que, «ante la persistencia de rumores sobre la existencia del Cristo de Mena», realizase las gestiones oportunas para averiguar lo que había de cierto. No faltó la publicación de artículos en la prensa, firmados por ciudadanos, reseñando la circunstancia de la salvación, y en sentido contrario. Sin embargo, los datos documentales que se han podido recabar avalan la tesis de la destrucción de la imagen.
Los rumores sobre la salvación y pronta aparición de la talla del Crucificado alcanzaron tal relieve, sobre todo cuando de ellos se hicieron eco personas de relevancia, que en 1932, el presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, Salvador González Anaya, aunque resaltaba su pesimismo, encomendó al académico Francisco Palma García que, «ante la persistencia de rumores sobre la existencia del Cristo de Mena», realizase las gestiones oportunas para averiguar lo que había de cierto. No faltó la publicación de artículos en la prensa, firmados por ciudadanos, reseñando la circunstancia de la salvación, y en sentido contrario. Sin embargo, los datos documentales que se han podido recabar avalan la tesis de la destrucción de la imagen.
También la Iglesia malacitana se hizo eco de la destrucción de la imagen. Y lo realizó de un modo oficial en la exposición que el vicario general del Obispado elevó tanto al presidente del Gobierno como al Nuncio de Su Santidad, informando sobre lo sucedido en Málaga. La propia Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, en el informe elaborado por el académico Bermúdez Gil, en el que se relacionaban la valoración y daños causados en la iglesia de Santo Domingo, concretaba que la imagen del Cristo de Mena, a la que calificaba como de valor incalculable (aun cuando más tarde la tasa en 1.100.000 pesetas), había sido destruida y que, de ella, sólo se había salvado una pierna.
Incluso, la aportación realizada desde la familia Palma incide en el hecho de la destrucción. Y lo hace, especialmente, a través de una carta remitida por Francisco Palma Burgos a su hermano José María en la que le narraba ciertos detalles que le habían sido relatados por Julio Trenas, amigo de la familia, acerca de lo acaecido aquella aciaga noche. Según su informe, el imaginero Palma García, ayudado por uno de los jefes del servicio de Bomberos, apellidado Ramírez, «descolgó al Cristo, y le rompió los brazos (...), los unió al cuerpo, lo envolvió con el manto de la Virgen (...) y entre humos, crujidos y ruinas de hecatombe quedó en su tumba a esperar su nueva resurrección. Unos soldados que estaban en la puerta les prometieron no abandonar la iglesia. Más tarde una nueva orden y entraron y quemaron el Cristo. Aquí hay un lapso de tiempo que se prestó a dudas que alguien entrara y lo robara, pero desgraciadamente se quemó....».
LA LEGIÓN
Desde 1928, La Legión es una pieza clave más de la Congregación. Con motivo de una visita de los mandos del recién creado Tercio de Extranjeros procedentes de la guerra de África, existe un acercamiento de aquellos militares con los directivos de Mena, provocando una petición para que el Cristo de la Buena Muerte fuese protector de La Legión. Esta solicitud fue muy bien recibida en el seno de la cofradía y su junta de gobierno, y las tropas militares comienzan su participación en la procesión.
Pero una de las singularidades de esta vinculación se da en 1931 con la puesta en marcha de la primera guardia legionaria ante la imagen del crucificado en la capilla de Santo Domingo. “Con ello se continuaba la tradición de la exposición solemne del Cristo de Mena para que pudiera contemplarse y venerarlo el pueblo de Málaga, pero, en este año, por tantas cosas a la vez sublime y trágico, los congregantes que los custodiaban en otras ocasiones anteriores, serían sustituidos por los marciales y bizarros caballeros legionarios”, asevera el congregante e historiador Elías de Mateo en un artículo sobre la vinculación castrense del Cristo. Cada Semana Santa varias escuadras se turnan continuamente para velar por la buena muerte de Jesucristo montando guardia de Domingo de Ramos a Miércoles Santo, a la que asisten miles de malagueños y visitantes que no quieren perderse esta guardia legionaria.
La popularidad de La Legión en Málaga es inconmensurable, y por ende, la cofradía se ha visto influenciada en cierta forma, hasta tal punto, que muchos malagueños llaman al titular ‘El Cristo de los legionarios’. Cosa que no tiene que preocupar en absoluto a la Congregación, puesto que en cada acuartelamiento legionario existe una réplica de la imagen, la cual preside todos los actos que se celebran en estos emplazamientos, entronizando a su protector. Y eso, como dice un congregante, el incombustible Ramón Gómez Ravassa, es crear devoción.
Uno de los momentos en los que se manifiesta esta devoción militar es cuando se realiza el traslado y posterior entronización del Cristo en la mañana del Jueves Santo con un acto en la explanada de Fray Alonso de Santo Tomás, en el que el Cristo sale a hombros de los caballeros legionarios.
La mayoría de los periódicos destacan cada año en sus portadas del Viernes Santo a la Congregación. Algo que no es una casualidad, puesto que miles de personas se congregan en el puerto para ver la llegada de las tropas o el traslado del crucificado.
Por la noche, durante la procesión, La Legión desfila marcialmente detrás del trono, sin perder de vista a su protector, entonando continuamente el ‘Novio de la Muerte’ entre el calor y los vítores de los malagueños.
Y esa devoción, que se hace extensiva a todos los ciudadanos, se demuestra en múltiples ocasiones de legionarios, foráneos… que se acercan durante el año a la capilla de Mena a título particular para depositar flores a los pies del Cristo de Palma.
Hay que recordar otro de los gestos de esta unidad militar con su Cristo en el mes de octubre de 1993 con el desembarco de la Agrupación Táctica Canarias en el puerto de Málaga procedente de Bosnia-Herzegovina tras llevar a cabo labores humanitarias. La recepción, que estuvo presidida por Su Majestad El Rey Juan Carlos I, se desarrolló ante la presencia de la imagen del Cristo de la Buena Muerte que fue trasladado a la zona portuaria, por expreso deseo del coronel de la Agrupación, y al cuál le rindieron honores los integrantes del contingente español, en su mayoría caballeros legionarios.
En el año 2000 el entonces arzobispo castrense de España, monseñor José Manuel Estepa Llaurens, aprobó el decreto de nombramiento de protector oficial de La Legión española al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas, siendo general jefe de Brigada de La Legión ‘Rey Alfonso XIII’, Enrique Gomáriz de Roble. De esta manera, se unían los lazos de la vinculación de manera oficial definitivamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario