Gregorio Fernández es una de las personalidades más relevantes de la escultura barroca española y, en concreto, de la Escuela de Valladolid.
Gregorio Fernández. Nació en Sarria (Lugo) en 1576 y se trasladó a Valladolid en 1605 debido a que allí se había establecido la corte. Completó su formación con Rincón y comenzó a atender importantes encargos provenientes de una clientela adinerada, como por ejemplo, Felipe III, el Duque de Lerma, los Condes de Fuensaldaña o las principales órdenes monásticas.
En Valladolid, también estudió las obras de Juan de Juni y de Pompeo Leoni. De este último adquirió una elegancia estilizada y académica, como se aprecia en su estilo inicial y de Juni, tomó las imágenes religiosas de gran dramatismo, aunque Gregorio Fernández incorporó un mayor naturalismo en sus obras.
En Valladolid, también estudió las obras de Juan de Juni y de Pompeo Leoni. De este último adquirió una elegancia estilizada y académica, como se aprecia en su estilo inicial y de Juni, tomó las imágenes religiosas de gran dramatismo, aunque Gregorio Fernández incorporó un mayor naturalismo en sus obras.
Su producción refleja un cambio estilístico. Parte de un refinado manierismo y va evolucionando hacia el naturalismo barroco. Adecua sus trabajos a los ideales contrarreformistas que imperaban en la época y que consideran al realismo como el lenguaje plástico más idóneo. Las figuras se policroman con colores sobrios para evitar la distracción del fiel. Las actitudes son calmadas pero de intenso dramatismo y se emplean postizos como ojos de cristal, dientes de marfil, etc., para reforzar ese acercamiento a lo real.
Gregorio Fernández fue uno de los grandes maestros de la escultura religiosa en madera policromada. Su realismo se aprecia en el estudio anatómico que realiza de los cuerpos, plasma la tensión de los músculos, la blandura de la carne o la suavidad de la piel. Las actitudes son calmadas, recayendo la carga expresiva en el rostro y las manos.
Emplea ropajes con pliegues muy marcados que favorecen los contrastes lumínicos entre luces y sombras y postizos para aumentar la sensación de autenticidad.
Realizó numerosos retablos, pasos procesionales y, también, imágenes aisladas. Sus pasos procesionales son escenas narrativas con figuras a tamaño natural. Tengo sed y Camino del Calvario son ejemplos de su primera etapa, mientras que el Descendimiento, de 1623, refleja ya la madurez de su estilo.
Destaca el de La Piedad con los dos Ladrones, ejecutado en 1616 para la cofradía de Ntra. Sra. de las Angustias de Valladolid. El grupo central, en el que se encuentra la Virgen y Jesús, está compuesto en diagonal. La Virgen eleva el brazo derecho en señal de dolor, mientras con su mano izquierda sostiene al Hijo, que se apoya en su regazo. Ambos están tratados con belleza y elegancia, mientras que los dos ladrones suponen un magnífico estudio anatómico.
Dimas, el bueno, tiene una actitud serena y su rostro, tranquilo, se dirige hacia el grupo central. Gestas, el malo, con el cuerpo más crispado, el pelo agitado y un rostro desagradable, tiene la cabeza vuelta hacia el espectador.
Para el retablo mayor de las Huelgas Reales de Valladolid llevó a cabo el altorrelieve de Cristo desclavándose para abrazar a san Bernardo. Está interpretado de manera natural, pero con gran intensidad emocional.
Una de sus obras maestras es el relieve del Bautismo de Cristo del antiguo convento del Carmen Descalzo, en Valladolid. Los dos protagonistas están tratados como si fueran figuras exentas, haciendo hincapié en la anatomía de los cuerpos y en los quebrados pliegues para conseguir mayor volumen.
Con sus imágenes aisladas logró crear tipos iconográficos que alcanzarán gran éxito durante barroco español y que él mismo repetirá originando series. Entre las dedicadas al tema pasional sobresalen el Cristo de la Flagelación, el Ecce Homo, el Crucificado o Cristo yacente. Son representados siempre muertos, con los pies cruzados.
El Cristo Yacente representa a Cristo muerto sobre un sudario y refleja de forma muy naturalista el cuerpo de Cristo agotado por el dolor y el sufrimiento y un rostro demacrado. La policromía es sobria. Añade postizos, como por ejemplo, dientes de marfil, heridas de corcho, ojos de cristal, uñas de asta.
Gregorio Fernandez es para todos los imagineros un referente, y Segovia tiene la fortuna de contar con una de sus obras de arte.
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